Los aficionados al rock lo saben: está claro cuándo empieza una gira de despedida pero no necesariamente cuándo termina. La de Elon Musk, colaborador de Donald Trump al frente de esa motosierra del gasto público llamada DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental), arrancó esta semana en Washington, ciudad a la que el empresario ya ha comenzado a decir adiós. Tras una caótica incursión en política, su plan es concentrarse en sus negocios, sobre todo en la automovilística Tesla, que se ha visto resentida desde el inicio de su extravagante idilio con el presidente de Estados Unidos.