Friedrich Merz lo ha logrado… Pero no tiene motivos para festejar. Ha recibido el peor castigo y la mayor humillación posible. Va a entrar en los libros de historia de Alemania como el primer aspirante a canciller que no obtuvo suficientes votos en la primera vuelta de la elección obligatoria y secreta en el Bundestag. Hizo falta una segunda votación ―también secreta― horas después, y entonces obtuvo una mayoría más que suficiente, 325 apoyos, nueve por encima de los 316 necesarios. Vivimos conmocionados por unas horas, pero al final ganó la sensatez. Europa no está para bromas. Sin embargo, esta primera votación desastrosa para Merz también ha dejado claro que no es popular ni en la opinión pública alemana ni en su propio partido ni, por supuesto, entre los afiliados del SPD, que se han tenido que plegar a un matrimonio de conveniencia que les hace sentir incómodos: sobre todo, a las Juventudes Socialdemócratas. Su mandato empieza con mal fario.